Han escuchado a una amiga o a ustedes mismas decir: "Tengo tanta hambre que me comería una vaca" ?
El alimento,no es tan solo un combustible para el cuerpo, sino que constituye una parte muy importante de nuestro sistema emocional.
Esto lo vemos, por ejemplo en cómo se consuela a un niño con un dulce o golosina. A cualquier edad, tanto el beber como el comer, pueden utilizarse para dar consuelo, colmar o tapar un vacío, compensar el aburrimiento o atenuar la tristeza.
Una mala regulación de nuestras emociones puede inducir variaciones de peso sin que existan verdaderos excesos alimentarios o trastornos del comportamiento alimenticio.
Ésta es la razón por la que a veces, las dietas y ejercicio físico por sí solo son insuficientes para reducir de modo duradero una sobrecarga ponderal.
Las variaciones de nuestro estado psicológico y afectivo o relacional, influyen sobre nuestro modo de cómo nos alimentamos tanto en la cantidad como en la calidad. "Los comedores emocionales" piensan en comida cuando están ansiosos, emotivos o negativos.Para ellos, fijar su atención en los alimentos, y en su ingesta es una manera de no pensar en emociones negativas, pero también de evitar tener conciencia de sí mismos.
A veces cuando nos "atragantamos" de comida lo que tratamos de hacer es tratar de no sentir o recordar pensamientos o recuerdos feos o que nos duelen.También es un camino fácil que conduce al placer a fin de compensar un problema, frustración,tristeza o inquietud.
Así mismo, desde un punto de vista emocional, comer con desenfreno, puede verse como un paso hacia la agresividad presente en el individuo y que éste dirige contra sí mismo.
Bibliografía: Sobrepeso Emocional/ Stéphane Clerget.
Imágen: Google.
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